ElaraAmbos me miran, olfateando el aire mientras los observo. Por su aroma, sé que son hombres lobo, y de alto rango.—El Alfa los espera —gruñe el hombre de cabello oscuro, con los costados desvanecidos. Parece tener poco más de veinte años y, por la autoridad que emana, puedo decir que es el Beta de la manada. Sus ojos se dirigen hacia mí y me recorren de arriba abajo con una expresión imposible de leer.¿Está enojado o sorprendido? No lo sé, pero sea lo que sea, lo disimula enseguida. Presiona los labios en una línea y traga saliva, volviendo su atención hacia mi padre.—¿Esta es su hija? —pregunta con un tono seco, casi burlón, señalándome sin molestarse en ocultar su desagrado. El aire parece volverse más denso entre nosotros. Sus ojos, de un gris metálico, me fulminan con una intensidad que me deja helada, como si quisiera desmenuzarme con la mirada.—Sí, esta es mi hija, Elara. Yo soy Marcus —responde mi padre, extendiéndole la mano con calma forzada—. ¿No alcancé a oír tu nom
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