CAPÍTULO 31. Corazones rotos

Stefano estaba desesperado. El terror de perder a Kiryan iba mucho más allá del hecho de habérselo prometido a Bells. Después de perderla a ella, simplemente no podía perderlo a él también, porque la única razón por la que no se había dejado consumir por el dolor era porque debía mantenerlo a salvo.

—Tengo su ubicación. Pero esto no te va a gustar nada.

Stefano escuchó la voz de Mateo por el altavoz del auto mientras conducía.

—¿Dónde está?

—En el Coliseo —respondió Mateo y Stefano le dio vuelta en U al auto para ir hacia allá.

—¿Y qué demonios hay en el Coliseo? ¡No me jodas que se va a poner histórico ahora! ¡En esa mierd@ ya no hay leones! —rugió Stefano con frustración.

—No, pero hay un muro de cuarenta y ocho metros desde el que se puede saltar, así que vete con cuidado —replicó Mateo—. ¿Llamo a emergencias?

Stefano sintió como si su corazón se detuviera un segundo al escuchar aquello.

—No, solo acércame tanto como puedas —contestó.

—OK, según la señal está por el lado oeste del
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