—¿Llevarás a mi esposa embarazada un viaje, John? ¿Con qué autorización harás tal cosa?
Su voz, tan repentina, tan grave y cargada de suspicacia, me causó un estremecimiento helado en la espalda. Rápida, me limpié los ojos.
—Ni siquiera te dignaste a venir a mi boda, ¿y ahora vienes con excesiva confianza a hacer amistad con mi mujer, Jonny?
Adam entró a la sala dando largas zancadas, se quitó el pesado abrigo y lo tiró al suelo. Sus ojos no me miraron a mí, sino que cayeron directo en nuestro visitante. John se le acercó y le ofreció una mano amistosa.
—¡Adam Baker! ¡Vaya amigo, creí que no aparecerías!
Mi esposo estrechó la mirada, pero aceptó el saludo. Ambos se estrecharon las manos. John le sonrió, nervioso y se volvió a sentar.
—Solo estaré aquí unos días. Pasé a saludar —justificó su visita.
Entonces al fin Adam volvió su atención a mí. Afortunadamente ya había borrado todo rastro de lágrimas en mis ojos y no levanté sus sospechas. Lo único que hizo fue aproximarse a dónde yo me