Sucedió lo que Adam quería: no pude ver a Nathan en la fiesta de compromiso de su prima Gia, y mucho menos hablarle. Y tampoco tuve forma de ponerme en contacto con él, para preguntarle cómo estaba, qué hacía allí y, peor, en compañía del aborrecible medio hermano de mi esposo, Israel.
Yo no tenía sentimientos reprimidos por Nathan; lo nuestro nunca comenzó verdaderamente, aunque, aun así, Adam tomó una actitud aún más territorial conmigo, al grado de no volver a llevarme a ninguna fiesta o cena con él, porque no quería que me topara con Israel y Nathan en esos eventos.
Así que cuando llegó el ansiado reporte de su asistente Julieta, fue un respiro para los dos. En la pila de papeleo que la asistente había logrado recopilar, estaban todos los antecedentes y la vida de Ángel Clair, desde su niñez hasta su etapa adulta. En ellos había datos sobre sus días como modelo, su relación fugaz e impropia con mi madre, y yo, su hijastra, y los documentos que él había firmado cuando me dio su apel