11. EL MIEDO Y EL AMOR SON SENTIMIENTOS
—¿Realmente dormiste con él, Hannah? —le pregunto nuevamente, porque quiero aferrarme a que otro hombre no tocó a mi esposa.
Quiero otra respuesta para no enloquecer, una que me devuelva el juicio y calme el mar de emociones que se golpean dentro de mí. No obstante, la respuesta de mi esposa es la misma.
—Sí... —Desvía la mirada, ruborizándose de vergüenza—. Me acosté con otro hombre, Adam.
Aprieto los dientes y mis puños se cierran a cada lado de su cabeza, hasta que mis nudillos crujen. Y de mi pecho brota una risa baja y ronca, mientras esa verdad se instala definitivamente dentro de mí y comienza a corroer el poco juicio que aún conservo.
—Bien, Hannah —bajo la mirada un momento para ver el revelador vestido negro que usa: es pequeño en exceso y demasiado entallado.
Con este pequeño pedazo de tela, es claro que atraería la atención de otros hombres. De no ser esposos y si la hubiese visto así por primera vez, yo también me habría lanzado sobre ella y deseado una noche a su lado.
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