Capítulo 63
Irene fue despertada por el sonido del teléfono. Al moverse, sintió su cuerpo como si estuviera deshecho, especialmente la parte detrás de las rodillas, que estaba adolorida y hinchada, como si un coche la hubiera atropellado. El teléfono seguía sonando, así que se dio la vuelta y lo tomó, respondiendo con una mirada aturdida:

—¿Julio?

Su propia voz la sorprendió; tenía la garganta ronca. Al escucharla, Julio preguntó de inmediato:

—¿Estás resfriada? ¿Tienes fiebre? ¿Te sientes mal?

—Un poco de resfriado, no pasa nada. —Irene no supo cómo explicarlo y tuvo que inventar una excusa.

—Te estaba preguntando por qué no viniste al hospital.

Irene se sobresaltó al mirar la hora; efectivamente, ya eran más de las ocho. Apresuradamente dijo:

—Ayúdame a pedir un día libre, no iré al hospital hoy.

—Está bien. —Julio todavía estaba preocupado—. ¿Puedes quedarte sola en casa? Puedo enviar a Estrella.

—No te preocupes. —Irene respondió—. Solo tomaré un poco de medicina y dormiré un rato.

—De acuerdo
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