Irene no sabía a qué pregunta se refería Diego. Antes de que pudiera preguntar, él le metió algo en los brazos y se dio la vuelta para irse.
Instintivamente, Irene lo abrazó, mirando la figura alta y erguida de Diego, sintiendo una inexplicable melancolía.
Sacudió la cabeza para despejarse de esos pensamientos extraños y bajó la vista al paquete que tenía en las manos. Era una caja de regalo, pequeña, pero con un peso considerable.
Al abrirla, se quedó paralizada al ver lo que había dentro. Era una pequeña figura tallada en madera, con el cabello corto y rasgos que denotaban carácter. Aunque un poco rústica, era muy adorable.
Irene miraba incrédula el objeto en su mano, acariciando su superficie con los dedos. No sabía cuánto tiempo pasó, pero su corazón dio un salto cuando giró la figura para examinarla. Finalmente, en la base, encontró una pequeña inscripción.
La figura no era grande, y las letras eran aún más diminutas. Se esforzó por distinguirlas y leyó:
[Para Irene.]
Las letras e