La primera mañana de Amelia finalmente llegó con lentitud. Abrió los párpados, lidiando con la claridad torturadora de aquella mañana del alba que se levantaba. Desde hacía mucho, se quedó algunos segundos sentada sobre la cama, intentando despertar y espabilar todos sus sentidos. Luego cayó en cuenta de su nueva realidad, esa que no dejaba de sorprenderla y al mismo tiempo llenarla de incertidumbre.
Cuando menos lo esperaba, la puerta se abrió. Las mujeres uniformadas hicieron acto de presencia, dándole un amable "buenos días" y avisándole que Marcus la estaba esperando para tomar el desayuno.
—Baje en cuanto pueda, Marcus la espera —repitió una de ellas, amablemente.
Amelia explicó que lo haría, que se tomaría un tiempo para ponerse decente y que bajaría a desayunar. Las mujeres comenzaron a dejar algunas frazadas y cobijas dobladas en un armario y luego desaparecieron.
Amelia suspiró, volvió a poner un pie sobre el frío suelo y avanzó lentamente hasta correr completamente las corti