El cansancio que sentía, luego de una larga jornada, era abrumador. Los pasos de Ismael ya no eran constantes, sus pies simplemente se arrastraban por el pasillo del hospital, ansiando terminar con la tortura de su guardia.
Llegó al área de casilleros para recoger sus cosas y marcharse. Sin darse cuenta de que había estado siendo seguido por alguien.
De repente, una mano lo empujó suavemente contra la pared de los casilleros. Se volteó, con la intención de reclamarle a la persona que se atrevía a semejante acto, pero sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrarse con la directora del hospital.
Sofía Morgan, estaba a centímetros de él, con una mirada intensa, que destilaba deseo y que resultaba demasiado contagiosa, porque también comenzaba a sentir justamente eso.
Antes de que pudiera mediar palabra, se le lanzó encima. Sus labios se posaron sobre los suyos en medio de un beso arrebatador. Y la sorpresa inicial se disipó rápidamente, reemplazada por la cruda necesidad que acababa de