Regina entró a la estación de policía, sintiéndose aturdida de inmediato por el bullicio de las voces en el interior, acompañado del tecleo constante de los ordenadores; lo peor era que todo parecía amplificarse en su estado de agitación. Se acercó al mostrador y colocó la denuncia sobre su intento de asesinato y lo relató todo con mucha precisión.
El oficial la escuchó con atención, tomando notas en su libreta. Cuando terminó de relatar los hechos, incluyendo la caída, la pérdida de su embarazo y la manipulación del video, el hombre levantó una ceja, dándole a entender que había llegado el momento de las preguntas.
—Señora Stirling —comenzó con una ligera mirada cargada de regaño—. Si esto ocurrió hace más de dos semanas, ¿por qué esperó tanto tiempo para presentar la denuncia? En casos como este, la inmediatez es crucial, así que no entiendo la razón para perder tanto tiempo.
—No estaba segura —apretó los labios, sabiendo que no tenía excusa. Había sido una tonta, eso era todo—. Al