A Regina se le abrieron los ojos con sorpresa al escuchar la explicación de Nicolás.
“Le quedan pocos meses de vida”, repitió en su mente, incrédula, ante la noticia.
No lo podía creer.
Alicia parecía ser una mujer tan joven, tan bonita y llena de vida. Aunque no le agradaba del todo, no deseaba su muerte. Por supuesto que no. No era ese tipo de persona.
—Ella es una persona muy especial para mí —continuó diciendo su esposo. Se notaba que la enfermedad de Alicia le afectaba demasiado—. Estuvo a mi lado desde que éramos niños, cuando lo perdí todo. Me ayudó a sobrevivir, me cuidó, me dio la fuerza para seguir adelante. La considero alguien… alguien irremplazable en mi vida. Y no quiero ni puedo dejarla sola ahora. No en sus últimos meses.
—Entiendo lo que sientes por ella, Nicolás —contestó con calma, tratando de ser comprensiva ante la situación—. ¿Pero te sinceraste con ella? ¿Le dijiste la verdad? ¿Le dijiste sobre nosotros? —nadie merecía vivir en un engañado. Ya lo había hecho