—No quiero que seas una simple amante —le contestó Nicolás con molestia ante su oferta. La sola idea de permitir algo como eso era inaceptable. Alicia merecía más, lo merecía todo.
—Pero, Nicolás, esa mujer nunca va a desaparecer de nuestras vidas. Siempre será una sombra constante —señaló ella con evidente frustración.
—Va a desaparecer. Pronto lo hará, lo prometo —le aseguró él, convencido. Aunque aún no tenía ni la menor idea de cómo conseguiría aquello.
Alicia hizo un puchero bastante infantil que le hizo recordar su niñez y los momentos en los que disfrutaba de provocar aquella mueca en su inocente rostro.
Pero no todo siempre fue así, primero vivieron momentos verdaderamente difíciles.
Nicolás cerró los ojos por un momento, rememorando aquellos días grises. Era un niño solo, que acababa de quedar huérfano y en condición de calle, un niño que recién descubría lo que era el dolor de sentir frío. Su cuerpo dolía también por el hambre que presionaba constantemente su estómago. La