Alicia se encontraba de pie, frente a su pequeña y estrecha cocina, contemplando la estufa, sin saber exactamente qué prepararse para cenar cuando la puerta del departamento se abrió de golpe.
No necesitó ni siquiera girarse para saber qué se trataba de Nicolás. Nadie más que él poseía un juego de llaves de ese lugar.
—Regresaste —murmuró sin querer ni siquiera mirarlo.
Esos últimos días no habían sido los mejores para ellos.
Así que se sentía molesta. Se sentía molesta por su matrimonio interrumpido, por la osadía de Regina, al sacarla de aquel lugar al que había convertido en suyo durante cinco largos años.
¿Por qué tuvo que despertar?
¿Por qué simplemente no pudo morirse?
La odiaba tanto.
La detestaba con todas las fuerzas de las que era capaz.
Pero, aparentemente, Alicia no era la única en un grave estado de disgusto debido a Regina, porque pudo escuchar perfectamente la respiración dificultosa de Nicolás. El hombre parecía un toro a punto de atacar; tení