Los últimos días había estado viviendo en ese pequeño apartamento que había alquilado cuando se despertó y supo que le habían robado su dinero y no tenía otro lugar a donde ir.
Ahora, de vuelta a quien era y al lugar donde siempre había pertenecido, solamente esperaba una cosa: que esa mujer ya no estuviera en su propiedad y que el personal que había contratado para remodelar su habitación y gran parte de la casa, hubieran cumplido a cabalidad con su pedido.
Eran dos cosas sencillas. No estaba pidiendo demasiado.
Regina entró a la mansión de su familia, esperando encontrarse en el vestíbulo a esos dos individuos dispuestos a dar inicio a una guerra sin cuartel. Pero en su lugar, el área estaba completamente vacía y no tuvo más remedio que sentirse aliviada ante esto.
Se habían ido.
Los dos.
Sonriendo para sí misma, dio marcha a una caminata que la llevaría hasta su habitación. Esa misma habitación que esperaba que ya no oliera a Nicolás y, mucho menos, a esa arpía desvergonzada