—Por favor, cálmense —balbuceó Regina con dificultad.
La situación se estaba saliendo de control y no sabía exactamente cómo reaccionar.
¿Qué se suponía que se debía decir en estos casos?
No tenía madera de líder.
Siempre había sido una persona tranquila y ahora, se suponía que tenía que decir algo inteligente para calmar a esta horda enfurecida, pero no se le ocurría absolutamente nada.
Las voces eran cada vez más estruendosas.
Acompañadas de miradas rabiosas y de rostros contorsionados por el odio.
Nunca había visto tanta ira junta.
—¡Queremos nuestro dinero! —rugió un hombre al fondo.
—Entiendo su molestia —alzó la voz tratando de hacerse escuchar, pero parecía ser inútil—. Por favor. Escuchen.
—No tenemos nada que escuchar —contestó una mujer que se hallaba muy cerca—. ¡No hay justificación! ¡Nos deben meses de sueldo!
—Lo siento tanto, les prometo que…
—¡Mientras tú dormías, nosotros trabajábamos como esclavos! —gritó alguien y no logró identificar a la persona.
De pronto, comenz