—Nicolás, por favor, no puedes dejar que me eche —suplicó Alicia entre susurros a su ex prometido.
—No hay nada que pueda hacer tu querido Nicolás, para evitarlo —fue Regina, quien se animó a darle una respuesta. Disfrutando del temblor en los hombros de la mujer y de la manera en la que se deshacía en llanto—. Si tienes un poco de dignidad, te aconsejo que recojas tus porquerías y te vayas ahora mismo de mi casa.
Alicia se lanzó al suelo con dramatismo, mientras hacía exactamente lo indicado por Regina. Recoger su ropa como si fuera una desamparada a la que le tocaría pasar la noche bajo la lluvia.
«¡Qué estúpida!», pensó Regina, al ver ese despliegue de ridiculez nunca antes visto.
—No me merezco nada de esto —sollozaba la mujer, en un intento por hacer sentir culpable al hombre a su lado.
Nicolás se arrodilló junto a ella y le acarició el cabello con ternura, mientras le daba palabras de consuelo, que a Regina le parecieron totalmente carentes de sentido. Lo único que quería era qu