La situación en casa no estaba siendo fácil con Leia. Para el juicio tuvo que hacer todo tipo de pruebas psicológicas, con nombres y siglas incomprensibles para una niña de tres años. Yo estaba que me subía por las paredes, ansiosa por saber el fallo judicial. Las vacaciones nos habían dado un poco de oxígeno, pero al volver a la rutina, todo volvió a ser igual. Podía cambiar nuestras vidas y, aunque mi abogada decía que lo teníamos ganado, yo no las tenía todas conmigo. Poderoso caballero es don Dinero.
Pero la cosa iba a peor con la niña: no dormía bien, se despertaba varias veces durante la noche; de la misma manera, ya llevaba por lo menos tres veces que se le escapaba el pipí. Una noche incluso, dos veces.
Y no solo quedaba en el ámbito doméstico. La tutora de Leia me llamó a una reunión para explicarme un cambio de comportamiento en clase antes de las vacaciones, y la cosa no mejoraba. Estaba de mal humor, pegaba y había comenzado varias peleas.
La solución a la que llegamos con