Me encogí de hombros, como si no importara:
—Entonces olvídense de la chance de la Susana.
Mi papá y mi mamá se quedaron en silencio. Se miraron, y en sus ojos pude notar la duda.
Después de un rato, mi padre apretó los dientes, mientras decía:
—Está bien. Te doy mi palabra.
Al oír esto, a la Susana se le puso una sonrisa extraña, de felicidad contenida. Mientras yo sentía cómo me rompía por dentro.
Mis padres biológicos, otra vez, entre la hija que habían criado desde niña, la escogieron a ella.
Susana se puso mi ropa manchada con mi sangre, y así dio entrevistas a varios medios.
La Asociación de Actores Hombres Lobo se tragó su historia de su «heroica hazaña», y le consiguieron mucho dinero y contactos para papeles como protagonista fuerte e independiente en nuevas series.
Mis padres creyeron que todo lo que había dicho aquella noche había sido por un simple arrebato de enojo, y empezaron otra vez, discretamente, con su actitud de querer compensarme.
Cambiaron la foto de l