Mis papás estaban a mi lado, y se quedaron con el ojo cuadrado viendo la escenita.
Mi papá, por instinto, quiso meterse.
—¡¿Por qué le pegas?!
Mi papá y mi mamá traían cubrebocas, mi mamá adoptiva no los reconoció, nomás pensó que eran dos gatos que yo había traído.
Le escupió a mi papá:
—¡Si yo quiero pegarle, le pego y qué! ¿¡A ti qué te importa, o qué!?
Dicho eso, levantó la quijada, bien orgullosa y cínica:
—¿Qué? ¿Te duele, o qué? ¡Desde que nació no he parado de madreármela! Come de lo mío, bebe de lo mío, ¿qué tanto son unos cuantos chingadazos?
Desde chica, siempre fue así, me pegaba para sentirse la muy muy.
Lo que decía no tenía nada que ver con lo que la Susana había puesto en internet de que era una "madre amorosa".
Las miradas de mi papá y mi mamá iban de ella a mí, y de mí a ella,
estaban dudando, pensando si todo esto era puro show mío, se me hizo.
Siempre le daban la razón a la Susana.
Mi mamá adoptiva pensó que yo no pintaba nada en mi nueva casa, así que todavía me ni