—Más rápido —la escuchó balbucear pero al abrir los ojos pensó que solo había escuchado su dulce voz diciendo aquello hasta que volvió a decirlo, esta vez soltando un gemido acentuado—. Por favor, más rápido…
La delicadas manos de Natalya recorrieron su espalda y sus piernas se cerraron alrededor de su cintura profundizando más la penetración.
De repente parecía como sí algo dentro de él se hubiera desatado.
Gian tomó su cadera aferrándose a ellas para darle lo que pedía, sus embestidas se intensificaron. Gian se volvió duro pero al mismo tiempo suave susurrándole palabras en italiano que solo enaltecían su belleza y lo perfecta que era como si quiesera recordarle con quien estaba intimando, quién la estaba poseyendo.
Aquel gesto la conmovió, sin embargo, el choque de sus pelvis a penas le permitía pensar.
El control había sido desechado.
Su miembro se deslizó dentro y fuera de ella en un vaivén deleitoso para ambos y Lya clavó sus uñas en la espalda de Gian mordiendo su hombro.
A él