83. Las palabras
La depositó en la cama con delicadeza pero sus manos ya estaban sobre su cintura, marcando territorio.
—¿Estás molesto? —susurró ella pasando su mano a lo largo de su musculoso pecho, lo que hizo que él gruñera, sin apartar la mirada de ella.
—No —dijo él besando su clavícula con lentitud—. Estoy jodidamente furioso. Porque tú eres mía, Rashel. Cada centímetro de ti y no quiero que otro bastardo respire tu aire, mucho menos te toque. Ni siquiera ese idiota rubio que finge ser solo tu amigo.
Sus labios viajaron hacia su cuello, Rashel gimió bajo, apenas audible, mientras él deslizaba su nariz por la piel expuesta, erizándole la piel con cada roce.
—¿Sabes a qué hueles, princesa? —susurró él mordisqueándole la piel—. A mi mujer y si ese bastardo se atrevió a abrazarte, estoy por enviarle un regalo... con una granada escondida.
—Valerik... —ella trató de hablar pero la forma en que él la estaba tocando la dejaba sin aire.
Valerik deslizó los dedos por el borde de su blusa, levantándola co