36. Mátame a besos
Rashel se había aferrado a él una vez que sus labios tocaron los suyos.
Aquel beso no fue suave, sino que fue crudo, desesperado, intenso, no era una despedida, sino que era una promesa a lo que iba a pasar después de qu él volviera, pero definitivamente no quería que se marchara, quería retenerlo.
Ambos ardieron.
Valerik tampoco estaba mejor, moría cada segundo sin su princesa cerca, ya ni siquiera necesitaba disimular la necesidad que sentía hacia ella.
De repente, Valerik la tomó del trasero alzándola y automáticamente sus piernas se cerraron alrededor de su cintura. Se besaron más profundo, más salvaje, al mismo tiempo que él pegaba su espalda a la pared encerrándola entre esta y su pecho musculoso.
Hasta que sus respiraciones se hicieron dificultosas.
—¿Qué estás haciendo? —susurró ella en sus labios.
Valerik mantenía sus manos grandes en su cintura apretándola firmemente como si no quisiera dejarla ir a ningún lado.
Su frente descansó sobre la suya mientras la miraba con una pose