34. No me mientas
—Ay Dios, Dimitry va a matarme —susurró Rashel al verse en el espejo mientras Valerik terminaba de ducharse.
Le había propuesto que lo hicieran juntos y por más que esa fue una tentación, ella sabía que no saldrían temprano de ser así.
Suficientes sospechas tendría su hermano una vez que llegara a casa.
Rápidamente buscó su bolso para cubrir las marcas que Valerik le había dejado a lo largo del cuello y sobre sus pechos, pero estas no eran visibles a menos que estuviera desnuda.
—Jodidamente bonita, ¿Por qué cubres mi obra de arte? Soy un artista como Satarah —dijo él satíricamente.
Rashel se giró para enfrentarlo ofendida con los brazos cruzados en el pecho y lo fulminó con la mirada. Trato de disimular la atracción automática por Valerik cuando lo vio apoyando su hombro en el umbral de la puerta con una toalla alrededor de su cintura, su sonrisa hipnotizante y gotas de agua cayendo por su torso musculoso.
¿Cómo podía ser indiferente a eso?
Sin embargo, lo intentó, Había perfeccionado