3. Quitándome las ganas
Sus labios ardían después de aquel beso majestuoso que la había dejado temblorosa pero lo que vino a continuación ocasionó que jadeara.
Como había prometido, levantó su vestido hasta las cintura metiendo una pierna entre las suyas, Polly sintió como esa mano grande, viajaba desde su vientre hasta su pelvis surcando los pies de su sexo, sus dedos frutaron su clítoris, y luego recorrieron a lo largo de su raja húmeda, gruñendo de aprobación.
—Tan jodidamente húmeda y solo es un beso, no creo que puedas conmigo.
—¿Quién dice que me mojé contigo?
Aquella respuesta listilla por alguna razón lo hizo enfurecer.
Él no era celoso con nadie.
Nunca.
¿Entonces por qué ahora quería destripar al crío bastardo que había visto llegar con ella?
Sin embargo, sonrió oscuramente recordando que ella estaba ahí con él y no con ese imbécil.
“Lo dejó a él para venir conmigo.”
Pensó con una satisfacción que no sabía de dónde carajos venía.
—Esa respuesta merece un castigo, conmigo no se juega.
Marco tocó su s