24. Regalos para una bailarina
Rashel había hecho caso al consejo de su padre.
Si quería seguir en el baile iba a hacerlo desde Krasnodar, estaba practicando una coreografía difícil para una audición que tenía.
Llevaba horas practicando hasta el cansancio sin rendirse.
Los pies le dolían pero no quería parar.
Cuando ella bailaba por lo general podía apartar de su cabeza cosas que no deberían estar allí.
Pero con Valerik era muy difícil.
Giró sobre la punta de su pie.
—Seis, siete, ocho —contó en voz baja tratando de no pensar en él, de fijar su atención en otra cosa.
Cayó en un arabesque levantando su pierna izquierda hacia atrás con elegancia creando un ángulo impecable.
Extendió su brazo y mantuvo el equilibrio.
Se sintió extraña por un momento pero hizo caso omiso.
Siguió moviéndose como un hada, cayó en un plié flexionando suavemente su rodilla, le dolían demasiado los pies porque había pasado todo el día practicando y estuvo a punto de caer pero mantuvo el equilibrio al verlo a través del espejo.
Sus ojos se e