El trayecto hasta el hospital fue hecho en silencio, pero aunque quisiera, Maia no lograría abrir la boca en ningún momento, ya que la pobre mujer se sujetaba como podía para no dejar que el alma se le saliera del cuerpo. Théo veía la cara asustada que ella ponía y aceleraba el auto con gusto, solo para asustarla a propósito. Así, ella jamás se atrevería a pedirle un aventón otra vez.
Cuando llegó al hospital, intentó arreglarse el cabello como pudo, ya que Théo había elegido un descapotable para llevarla hasta allí.
—Gracias, prometo que estaré en su casa muy temprano —dijo agradeciendo y saliendo corriendo.
Aunque él hubiera hecho todo aquello solo para provocarla y demostrar que no quería ir, ella llegó al hospital en menos de quince minutos, cosa que, si tuviera que esperar un taxi, tardaría más de una hora.
Al entrar en el hospital, buscó información sobre su hija y dónde estaba. Al llegar a la habitación donde se encontraba Lis, vio sus ojitos negros iluminarse al verla.
—Mi amo