Théo no conseguía comprender lo que estaba ocurriendo, parecía que el mundo se estaba desintegrando de una vez. Nada tenía sentido en ese instante. Su cabeza aún estaba confusa por no saber lo que había pasado en casa de Andreza y lo peor era que llamaba para ella y solo daba fuera del área de cobertura. Pensaba que aquello podía ser porque ella estaba viajando.
Su teléfono empezó a vibrar y, rápido, lo tomó para atender; era Fábio, su abogado.
—Théo, menos mal que me atendiste, pensé que había pasado algo.
—No vi tus llamadas, mi celular debe estar con problemas, porque nunca lo puse en modo silencioso.
—Me quedé confundido con los papeles que recibí de tu abuelo; Maia firmó todo y él se ofreció a pagar la deuda de ella, de hecho, ya depositó todo el dinero en la cuenta.
—Fábio, no tienes idea de lo que pasó, en solo un día mi vida se volvió un caos.
—¿Estás en tu casa? —preguntó el abogado.
—Sí, acabo de llegar y no encontré a Maia aquí.
—Voy para ahí ahora, por favor, espérame.
No