Mientras algunas mujeres estaban extasiadas con el milagro de la coloración personal, Maia buscaba una excusa para salir de allí e ir a encontrarse con Théo para hablar de lo que había escuchado.
Por más que las mujeres dijeran que los comentarios serían discretos, la mayoría allí ya sabía lo que había pasado y se la pasaban suponiendo quién sería la esposa infiel y el marido agresor. Su mayor preocupación era que alguien descubriera que se trataba de ella y que el nombre de Théo se volviera motivo de burla entre todos. Aunque, en el fondo, quisiera que él pasara por un aprieto para aprender a dejar de actuar por impulso, sabía que, si su identidad era revelada, él la culparía por una cosa más, aun sabiendo que ella era inocente en la historia.
Maia tenía miedo de la reacción de él y de las amenazas que podría recibir si se sentía humillado por los comentarios y miradas de otras personas.
—Para una persona que estaba conversando tanto por la mañana, te quedaste muy callada, Maia. —Se