Quien viera aquella escena no podría descifrar lo que estaba sucediendo. Stefani estaba arrodillada frente a los pies de Maia, mientras Théo parecía una fiera rabiosa, que atacaría en cualquier momento si ella no hacía lo que él acababa de exigir.
—Pídele disculpas inmediatamente, Stefani, o sufrirás graves consecuencias.
—No es para tanto, no hice nada malo. —Hablaba con voz melosa, como si fuera la víctima de la historia.
—Escucha aquí. —La sujetó por el cabello. —No voy a repetirlo dos veces, o haces lo que acabo de ordenar o te convertirás en comida de tiburón.
La mujer tragó en seco, ya que, por el rostro y la voz de Théo, él no estaba bromeando.
—Está bien —gruñó. —Lo siento… Maia. —Su voz salió baja.
—Habla más alto o ella no te escuchará. —Théo amenazó, tirando aún más de su cabello.
—Lo siento, lo siento de verdad, no quise decir esas cosas. —Su voz imploraba que aquello terminara pronto.
—Muy bien. —Soltó su cabello. —Maia, toma el resto del día para descansar. Stefani y yo