Cuando despertó por la mañana, Maia se dio cuenta de que Théo ya no estaba en la cama. Escuchó el ruido de la ducha y presumió que él estaba bañándose. No tardó mucho; él salió de allí, del mismo modo que solía hacer, con la toalla envuelta en la cintura, dejando sus músculos a la vista. Por más que quisiera disimular, siempre terminaba admirando más de la cuenta.
—Buenos días, Maia. —Su voz era suave y no parecía estar de mal humor.
Lo cual le resultó extraño, ya que la noche anterior los dos habían tenido una gran discusión.
—Buenos días. —Lo miró desconfiada.
Mientras lo observaba, vio que había heridas en sus manos, lo que debía ser consecuencia de la paliza que le dio a André.
—Cuando estés lista, vamos a desayunar.
—Está bien, pero creo que es mejor que cubras esas heridas en la muñeca antes de que salgamos. La gente puede preguntar qué pasó.
—No te preocupes por eso. —Ignoró.
Después de arreglarse, los dos fueron al restaurante y se encontraron con Bill y Stefani, que los invit