Maia se asustó con la voz de Théo, que fue hacia André con toda la rabia del mundo.
—¿Qué crees que estás haciendo, desgraciado? —Le dio un primer puñetazo en la mandíbula, que se alejó inmediatamente de Maia.
Pero, en lugar de devolver el golpe, André puso la mano en el lugar donde lo recibió y empezó a sonreír, sarcástico.
—¿Tanto momento para aparecer, y vienes justo ahora? —dijo André, sin quitar la sonrisa de los labios. —¿Por qué nos interrumpiste en un momento como este?
—¡Canalla! —Théo volvió a ir hacia el hombre, dándole otro golpe. —¿De verdad crees que aún estamos en la secundaria? —gruñó. —Eres un imbécil. ¿Por qué quieres vivir siempre a mi sombra? ¿Tu vida es tan ordinaria así?
—Crees que puedes todo porque eres rico, pero no es así, no puedes controlar los sentimientos de las personas. —Respondió André.
—Eres un maldito, con una vida miserable; incluso si lograras ser alguien en el mundo, no puedes vivir tu propia vida. —Le dio algunos golpes más, hasta que André cayó