Victoria entró en aquel sótano oscuro. El interior del lugar se sentía frío, mientras sentía su sangre caliente recorrer su cuerpo. Un hombre con la cara cubierta con un pasamontañas la miró y la saludó con respeto.
—¿Ha dicho algo más? —Victoria preguntó.
El hombre negó con la cabeza y la dejó pasar a la celda. Zoé había estado encerrada en ese calabozo por tres días, la habían dejado sin comer. Solo dándole pequeños tragos de agua para mantener la cuerda.
Su cabello era un desastre. Sus manos y piernas estaban marcadas por golpes de diferente color por el tiempo trascurrido. Victoria había pedido que no tuvieran consideración alguna y aunque sabía que lo que estaba haciendo estaba mal.
No podía perdonarla y dejar que se fuera sin que obtuviera su castigo.
—Victoria, por favor. Ten piedad de mí. —La Victoria bondadosa y amable se había ido desde que trataron de matar a su hijo.
—Solo dime donde están tus padres y te prometo que tomaré en cuenta tu cooperación. —Victoria la miró desde