La respiración de Travis se aceleraba con cada segundo que pasaba. Su corazón latía tan rápido que parecía querer salirse del pecho. Sídney, con una calma casi perturbadora, comenzó a desabotonar su camisa lentamente, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y seducción.
—Sídney, ¿qué haces? —exclamó, pero su voz era ronca, cargada de deseo y frustración.
Ella sonrió, un gesto que le quemó la piel y lo desconcertó. Con movimientos seguros, tomó su corbata y entrelazó sus manos con las de él, acercándolas contra los barrotes de la cama. Sus labios rozaron su cuello, provocando un estremecimiento que recorrió todo su cuerpo.
Travis gimió, incapaz de controlar la mezcla de deseo y pasión que lo dominaba.
—Tranquilo… —susurró ella con voz aterciopelada—. Te haré disfrutar.
Él jadeó, casi sin aliento, mientras sus pensamientos se desbordaban en una tormenta de deseo.
Sídney avanzó con precisión, desnudándolo, dejando que sus manos exploraran lo que aún estaba cubierto por la ro