Sídney tembló con una fuerza inusitada que le recorrió todo el cuerpo.
Sintió que sus piernas flaqueaban y estuvo a punto de caer, pero antes de que su mundo se viniera abajo, unos brazos firmes la sujetaron con una fuerza desesperada.
Era Travis. Su rostro se acercó al de ella, sus ojos reflejaban un torbellino de emociones: miedo, preocupación, rabia, y una desesperación que él mismo apenas entendía.
Ella se sostuvo en esos brazos, pero la debilidad la vencía. Sentía que todo a su alrededor se desmoronaba, y se desmayó.
Travis la sostuvo contra su pecho.
Una punzada de terror le atravesó la garganta, un nudo que le impedía respirar con normalidad. Su corazón latía tan fuerte que temía que explotara.
—¡Sídney! —gritó con voz rota—. Maldición, ¡Sídney! ¿Qué tienes? ¡Reacciona, por favor!
No pensó en nada más, no escuchó ni siquiera los gritos desesperados de Leslie que retumbaban en sus oídos, ni las súplicas para que volviera.
Sin dudar, tomó a Sídney en sus brazos y salió corriendo,