Kristal fue trasladada en la ambulancia, los paramédicos trabajando rápidamente a su alrededor mientras ella respiraba con dificultad.
El sonido del oxígeno llenaba el aire, y a pesar de estar despierta, su cuerpo no respondía como ella quería.
El dolor la atravesaba por cada fibra de su ser.
—Sufrió un golpe en la cabeza y se dislocó el brazo. Parece que el bebé está en riesgo —dijo uno de los paramédicos, su voz tensa, tratando de mantener la calma en medio de la situación.
Kristal intentaba hablar, pero su lengua estaba como atrapada, como si sus palabras no pudieran salir.
Quería gritar, quería llorar, pero las lágrimas no venían. Todo lo que sentía era un vacío profundo en su pecho.
—¡Llamaré a su esposo! —dijo la enfermera, como si aquello pudiera aliviar algo.
En minutos, el teléfono de la enfermera sonó. La voz de Alonzo Wang resonó en el otro lado, grave y severa.
—¿Quién habla? ¿Qué quiere?
—Señor Alonzo Wang, soy un paramédico. Es sobre su esposa, Kristal Wang.
—¡Esa perra n