Lourdes sintió que la sangre se le helaba en las venas. Su rostro perdió todo color mientras su respiración se volvía errática.
Giancarlo, por su parte, clavó una mirada helada en la joven que se pavoneaba ante ellos con una sonrisa de autosuficiencia.
—¿Qué demonios acabas de decir? —murmuró con voz grave, sus ojos entrecerrándose con sospecha.
Brianna infló el pecho con orgullo, disfrutando del impacto que había causado.
—¡Joel será padre! Y ustedes no pueden negarlo.
Hernán, que hasta ahora había permanecido en silencio, sintió la rabia arderle en las entrañas. Sus puños se cerraron con fuerza.
—Bien —dijo, con voz contenida—. Si eso es cierto, entonces haremos las cosas bien. Iremos con un médico y realizaremos una prueba de paternidad. Hoy en día hay formas de hacerlo sin afectar al bebé, con una simple muestra de sangre.
Brianna palideció por un instante, pero su madre, segura de su jugada, tomó el control de la situación y asintió con firmeza.
—¡Por supuesto que estamos de acuer