Ocho.

Música, velas, una increíble vista y todo un piso reservado para ellos dos.

— Debo admitir que esta vez me has tomado por sorpresa — Afirmó Anastasia mientras que el mesero se encargaba de abrir la nueva botella de aquel buen vino y llenar sus copas — ¿Puedo preguntar a qué se debe esta ocasión? Incluso has llamado para sacarme del trabajo antes.

Erick se lo pensó y se encogió de hombros: — No tiene que haber un motivo en especial para que yo quiera pasar tiempo con mi esposa.

Anastasia sonrió, sincerándose consigo misma jamás había esperado escuchar tales palabras venir de aquel hombre.

— Realmente has cambiado desde que nos conocimos — Se le escapó decir, apoyándose por encima de la mesa mientras lo miraba.

Él escondió su rostro en la copa que bebió. — Creo que ambos hemos cambiado — Murmuró, Anastasia no fue capaz de escucharlo. — Ana... Yo, hay algo que quiero confesarte.

Aquella simple oración logró ponerla de los nervios.

— ¿C-confesarme?

— Sí, confesarte.

— ¿Qué... qué quieres
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