— Él pudo haberte hecho daño, mi amor.— sollozó Sandro contra su cuello.
Sus palabras la dejaron paralizada.
Con movimientos delicados y con ternura, él procedió a tomarla en sus brazos y llevarla al sofá, dónde se acurrucó unos minutos con ella, acariciándola y llenando su rostro de besos.
— Perdona, fui demasiado brusco. Estaba celoso. Estaba asustado...yo...
Ella tomó su rostro entre sus manos y lo besó, despacio.
— No logras comprender lo terrible que es todo esto. Ese cabrón te amenazó en público, nena. — Sandro gruñó— ese hijo de puta se cree con el derecho de burlarse de mí de esa manera.
— Shhh, shhh. Ya pasó.
— No. A partir de ahora comienza lo peor. Nadie de las familias criminales se atreve a amenazar a un Visconti si no planea cumplir sus amenazas. Esto es serio, Catalina. Estás en peligro.
Ella tragó en seco.
— Demonios...es tu cumpleaños y acabo de destrozar tu vestido.— protestó él, notando que ella parecía como la hubiera asaltado un desquiciado.
— No pasa n