El ambiente en el Starbucks estaba lleno de vida. El murmullo constante de las conversaciones se mezclaba con el tintineo de las tazas y el suave sonido de la máquina de café. El aroma a granos tostados y leche vaporizada envolvía el lugar, creando una atmósfera cálida y acogedora. Pero para Sabrina, todo eso era invisible, como si estuviera sumergida en una burbuja de tensión.
Joaquín estaba sentado frente a ella, su rostro serio, casi sombrío. Sus manos descansaban sobre la mesa, pero sus dedos se movían nerviosos, como si supiera que lo que estaba a punto de revelar cambiaría todo. Sabrina lo miró con una mezcla de curiosidad y temor, sus ojos grandes color miel reflejando una inquietud que no podía ocultar.
—Sabrina, hay algo que necesitas ver —dijo Joaquín, su voz grave y llena de solemnidad. Extendió un folder marrón hacia ella, sus dedos rozando los de Sabrina por un instante antes de que ella lo tomara.
Ella lo sostuvo en sus manos, sintiendo el peso del papel como si fuera un