Finalmente, cuando la noche cayó y la pequeña Anna se quedó dormida, Sabrina pudo hablar a solas con su otra hermana, Anna. La habitación que se le designó a Anna, era grande y luminosa, pero en ese momento el ambiente era pesado, cargado de preocupaciones no expresadas y Sabrina tenía un nudo en la boca del estómago.
Anna se mostraba ansiosa y con los ojos llenos de lágrimas, le contó a su hermana mayor, que el tratamiento de la pequeña Laura no había dado los resultados esperados. Las palabras de Anna resonaban en su mente como un eco ensordecedor, en ese momento, la desesperanza se apoderó de cada célula de su cuerpo. Eso no podía ser cierto, claro que no... Ella no podía resignarse a perder a su hermanita de tan solo nueve años.
—¿Cómo es esto posible? Es que no lo entiendo, creí... yo creí que todo saldría bien. —Susurró Sabrina, sus ojos se humedecieron mientras sentía que su corazón se destrozaba con cada palabra que salía de los labios de su hermana. ¿Por qué la vida llegaba a