209. El Alfa y su cachorro beta
En sol comenzaba a descender en el horizonte en ese día de otoño, tiñendo el cielo en esos hermosos tonos anaranjados y rosáceos, cuando Valdimir y Erik se adentraron en la parte más remota del castillo real de Vientalia. El silencio el silencio entre ellos era cómodo, y solo era roto por el crujir de las hojas secas bajo sus pies y el ocasional gorjeo de algún pájaro lejano. El aire fresco de la tarde acariciaba sus rostros, trayendo consigo el aroma a pino y tierra húmeda.
Cuando estuvieron seguros de que ningún alma se atrevería a acercarse a ese rincón olvidado, Valdimir se detuvo y miró a su hijo con una mezcla de ternura y emoción en sus ojos. La complicidad entre padre e hijo era evidente, y se sentía agradable solo mirarlos.
—Convirtámonos en lobo, hijo —susurró Valdimir, con un tono de voz tranquilo.
Sin mediar más palabras, ambos comenzaron a despojarse de sus ropas con movimientos fluidos y despreocupados. La tela susurraba contra su piel mientras las prendas caían al suelo,