La comisura de los labios de Serena se curvó en una sonrisa burlona mientras miraba fijamente a Lorenzo, con una mirada llena de desdén y sarcasmo.
—Sí, estaba loca —dijo con voz tranquila, teñida de ironía—. ¿Qué pasa, señor Lorenzo, acaso recién lo descubres?
El semblante de Lorenzo se suavizó un poco al escuchar esas palabras. Alzó ligeramente las cejas, sorprendido por la franqueza de Serena.
—Fue precisamente por estar loca que me entregué a ti por completo —continuó Serena con un tono de indiferencia—. Ahora que he vuelto en mí, claro que no voy a dejar que me engañes otra vez.
La expresión de Lorenzo se oscureció de nuevo; frunció el ceño y la miró fijamente, con el rostro pálido como el hierro.
—¡Serena, no te pases! —Cloris finalmente no pudo contenerse—. Tus palabras hacia Lorenzo son inaceptables —sus ojos estaban vidriosos, a punto de llorar.
Serena se rió con desdén al escucharla. Se volvió hacia Cloris y la examinó de arriba abajo, con una mirada cargada de un significad