Después de ser reprendida, Serena no se molestó.
Sabía bien que no había entrado en el personaje, y además, entrar a un set dirigido por un director tan reconocido sin recibir gritos era casi imposible.
Le hizo un gesto a Basilio.
—Director Basilio, ¿me permite unos minutos? Necesito reajustar mi estado.
Basilio no esperaba una actitud tan tranquila por parte de Serena, así que simplemente asintió.
Ella se fue a tomar un poco de agua, respiró hondo, y dejó que su mente se sumergiera en el mundo del guion.
Pocos minutos después:
—¡Tres, dos, uno, acción!
La princesa apartaba con desesperación a la doncella más cercana. Sus ojos se enrojecían en un instante, pero mordía los labios y reprimía tanto las lágrimas como el pánico. Su mirada pasaba de la sorpresa al odio, y salía corriendo descalza hacia el otro extremo del palacio.
—¡Corte! —dijo Basilio, asintiendo—. Está bien.
Si no hubiera sido porque nunca había visto el trabajo previo de Serena, Basilio habría jurado que tenía años de e