—Me sentía un poco abrigada —dijo Serena, con un fuerte dolor de cabeza y aún medio ebria, tambaleándose mientras bajaba de la cama—. Voy a darme una ducha.
Sus piernas no la sostuvieron y cayó hacia adelante. Esteban la sostuvo con un brazo, la acompañó hasta el baño y luego regresó a su habitación.
Ted no esperaba que Esteban saliera esa noche. Lo sorprendió verle ahí.
—Señor Esteban, ¿le sirvo un vaso de agua? Ya es tarde y debería descansar temprano —sugirió con cautela.
Esteban dejó su chaqueta en el cuarto de Serena. Lucía en camisa blanca, con la corbata suelta y dos botones desabrochados, lo que dejaba ver su clavícula. Parecía desenfadado, casi despreocupado.
Encendió un cigarrillo y respondió sin apartar la vista:
—No hace falta.
A la mañana siguiente, Serena se despertó temprano. Tenía que presentarse en el set del rodaje, que quedaba muy lejos, así que debía salir con antelación. Para su sorpresa, al bajar ya lo vio a él.
Miró el reloj: eran las seis de la mañana. ¡Seis de