Después de ser echados del departamento, Nicol y Wilfredo no tuvieron más remedio que vagar sin rumbo por las calles.
Wilfredo todavía intentó golpearla, pero Nicol lo empujó con fuerza, llena de desprecio.
—¿Ahora que todo se descubrió, estás contento? —le escupió con los ojos encendidos de odio.
Ya no tenía nada con lo que chantajearla, y Nicol sentía que si tuviera un cuchillo, no dudaría en clavárselo.
El hombre que alguna vez amó con locura... ahora se había convertido en el que más odiaba en su vida.
Miró a Wilfredo de arriba abajo con asco.
—Eres un parásito. No tienes ni una sola virtud con la que puedas compararte con él.
Wilfredo la miró con furia:
—¿Parásito, yo? ¿Y tú qué eres? Una mujer ambiciosa que solo soñaba con casarse con un rico. Qué, ¿te duele que se te haya roto la fantasía? ¡Vuelve arrastrándote a Donato, a ver si aún te quiere!
Nicol, fuera de sí, trató de golpearlo.
Pero Wilfredo la empujó con violencia, haciéndola caer al suelo. Luego, sin piedad, le dio dos