Después de escuchar un fuerte "¡bang!", Wilfredo y Nicol se giraron de inmediato.
Donato ya había visto antes a Wilfredo. En ese entonces, Nicol le había dicho que era su primo, y que compartían apartamento para ahorrar dinero.
Nunca se le había pasado por la cabeza que Nicol pudiera mentirle en algo así.
Ahora lo entendía todo: él se había convertido por completo en el hazmerreír.
Wilfredo, que solía presumir ante las mujeres, en cuanto vio a Donato se encogió como un cobarde, balbuceando sin poder hilar una frase coherente.
El rostro de Nicol se volvió pálido como una sábana.
Jamás se le ocurrió que Donato llegaría a descubrir semejante escena.
Con la mirada llena de pánico, Nicol intentó justificarse:
—¡Donato, déjame explicarte! ¡Él me obligó! ¡Es un enfermo que me forzó a hacer cosas que no quería! ¡Todo esto ha sido un malentendido!
Mientras hablaba, intentó tomar la mano de Donato.
Ella sabía cuánto la quería Donato. Sabía que, en todo el mundo, él era el único que de verdad la