Sus hijos.

Al no encontrar a Stella, Sebastián había ido a buscarla a cualquier parte, con el corazón latiendo desbocado y la angustia consumiéndole como fuego lento.

Sus ojos, enrojecidos buscaban en cada rincón de la calle, escudriñando entre las personas que transitaban, esperando ver su silueta en algún punto del horizonte urbano.

El viento otoñal, frío e indiferente, golpeaba su rostro mientras recorría cada calle, cada parque.

Así llegó a la casa de Anderson Valencia, sintiendo que cada segundo que pasaba era una eternidad.

Necesitaba, con la urgencia de quien se aferra a su última esperanza, hablar con ese hombre, y exigirle que le dijera dónde estaba su esposa.

Estaba convencido que el doctor Valencia, siendo el esposo de la única y verdadera amiga que Stella había considerado digna de su confianza, debía saberlo todo sobre su paradero actual.

Cuando llegó a la residencia de los Valencia, la empleada le comunicó que el doctor no se encontraba en casa, que había tenido que salir h
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