Un placer, Gabriel León.
Gabriel León permanecía inmóvil junto al enorme ventanal, donde el perfil majestuoso de París se extendía ante él como un tapiz de historia, poder y oportunidades no dichas.
Moretti.
Ese apellido reverberaba en su mente como una melodía antigua cargada de notas discordantes.
No era simplemente un apellido.
Era una advertencia, un recuerdo, una sombra que lo había acompañado desde sus días universitarios, y que ahora, tras años de disputas, rivalidades y competencias encarnizadas, volvía a materializarse en su presente con una puntualidad inquietante.
Sebastián Moretti.
Enemigo real en un asunto personal que aún olía a cenizas. Nunca pensó volver a escuchar ese apellido en el mundo real, menos aún por una mujer tan… imponente.
—¿Es la esposa de Sebastián? —preguntó Gabriel sin girarse, manteniendo la mirada fija en el horizonte grisáceo, con una voz firme, serena, pero cargada de una tensión que solo Emilio, su leal asistente, sabría identificar.
—Sí —confirmó Emilio, con su tono habit