Quiero que hagas algo por mí.
Sebastián recibió la noticia en su nuevo apartamento, un lugar ordenado de manera meticulosa, casi obsesiva, como si al controlar cada objeto intentara convencerse de que podía controlar algo de su vida cuando, en realidad, todo estaba hecho pedazos.
El aire estaba cargado de silencio y de un aroma a whisky que flotaba en el ambiente, un recordatorio de las noches en vela que había pasado intentando encontrar paz.
Desde que decidió volver de Milán, no había tenido un solo instante de tranquilidad, no después de haber presenciado con sus propios ojos cómo Gabriel se besaba con su aun esposa, una imagen que lo atormentaba cada vez que cerraba los ojos.
Ahora, cada día en su soledad, se debatía entre firmar el divorcio o no, porque una parte de él deseaba que Isabella fuera feliz, incluso si eso significaba que no estuviera a su lado.
Pero otra parte, la gobernada por su orgullo herido, no soportaba la idea de que Gabriel se quedara con ella, de que ot