Máscara caída.
La visión que Isabella había tenido días atrás seguía latiendo en su pecho como si cada palabra escuchada de Sebastián se hubiera tatuado en su memoria.
Cada confesión entre lágrimas, cada verdad desgarradora pronunciada en aquella dimensión donde ella ya no existía, se repetía en su mente como un eco imposible de silenciar, recordándole que el pasado aún podía extender sus sombras hasta su presente.
Alessia había sido el veneno que se infiltró en sus vidas, el monstruo silencioso que se escondía detrás de una sonrisa amable, pero también era el reflejo de todo lo que Sebastián no había hecho para protegerla, de cada silencio que se convirtió en desprecio.
Ahora, con el corazón más claro y el rumbo definido, Isabella sabía que había llegado el momento de actuar.
No más lágrimas inútiles, no más vivir a merced de otros.
Esta vez, ella tenía el poder de cambiar todo.
Durante siete días completos, Isabella se sumergió en los archivos de la compañía, enfocándose en el área que había sido